Hurricanes contra Brexit, una batalla a destiempo

Hace un mes se estrenó en Reino Unido la película Hurricane. Desafortunadamente, la película llega dos años tarde. Siendo una apología de la entrega y sacrificio de un grupo de pilotos polacos en la defensa de Inglaterra frente a la Alemania nazi en 1940, podría haber sido un buen antídoto contra la campaña pro-Brexit del referéndum

Hace un mes se estrenó en Reino Unido la película Hurricane que narra la historia de los pilotos de combate polacos de la RAF durante la Batalla de Inglaterra en el verano de 1940. El filme ha pasado por los cines británicos sin pena ni gloria, con un impacto muy discreto, pero recibiendo críticas moderadamente generosas con un índice del 80% en Rotten Tomatoes. Hurricane tiene la virtud de haberse estrenado el año del centenario de la RAF, creada en abril de 1918, pero el defecto de haberse centrarse en el hermano segundón del emblemático Spitfire. Ello es injusto pues hay que recordar que en realidad el Hurricane fue el caza más numeroso de la batalla y mucho más eficaz que el Spitfire según las estadísticas de combate.

Confieso que no he visto la película, pero ello no es óbice para que me aventure a reflexionar sobre su importancia simbólica por dos razones. Por una parte, la Batalla de Inglaterra es un episodio de la Segunda Guerra Mundial que siempre me ha fascinado desde niño – aun tengo grabadas en mi retina las viejas fotos del skyline de la catedral de San Pablo con las estelas de los cazas que combatían en los cielos de Londres. Además, esa batalla, al final y al cabo, fue la última gran hazaña épica del Reino Unido y el clímax de lo que Churchill acertó en llamar the finest hour del pueblo británico. Por otra parte, la película llega desafortunadamente tarde. Siendo una apología de la entrega y sacrificio de un grupo polacos en la defensa de Inglaterra frente a la Alemania nazi, podría haber sido un buen antídoto contra la campaña pro-Brexit del referéndum.

Esa campaña engañó sin rubor alguno, vició el espacio público y despertó los peores instintos xenófobos de gran parte de la sociedad británica. Los europeos que lo vivimos aun los rememoramos con gran tristeza y desconsuelo. Nos sentimos desamparados frente a la oleada repentina de rechazo al extranjero que lo impregnó todo. Fue el fin del idilio con nuestro país de acogida. Pero lo peor, sin duda, se lo llevaron los polacos. Fue la nacionalidad de la UE más vilipendiada con diferencia y la principal diana de todas las diatribas nativistas que hicieron de lo polaco la personificación del extranjero europeo parasitario que venía a robar el trabajo de los locales y a aprovecharse de los subsidios sociales.

Lo más exasperante del referéndum, sin embargo, no fue esa virulencia abiertamente xenófoba de la campaña del Brexit sino la mediocridad y desatino de la campaña a favor de la UE. Era de esperar que los euroescépticos británicos, carentes de argumentos técnicos y de peso, hicieran uso de estratagemas sentimentales y populistas. En cambio, la decisión equivocada de la campaña pro-Remain de ceñirse a argumentos económicos y puramente cerebrales resultó ser fatal. Mostrando una indolencia intelectual imperdonable ignoraron esa gran regla de oro de la política británica: la fuerza de las convicciones es la mejor estrategia de persuasión – ahí tienen a Thatcher o a Blair.

Un año mas tarde, en otoño de 2017 en un pub de Islington, valorábamos junto con Tim Gordon, secretario ejecutivo de los Lib-Dems, las similitudes entre el Brexit y del desafío separatista catalán. Tim reflexionaba que este tipo de movimientos populistas, que todo lo desbordan, consiguen sus objetivos porque sus seguidores they simply wanted it more than you. De ahí su estado de excitación permanente y su capacidad de movilizarse al contar con algo extremadamente poderoso y peligroso: una utopía. Concluíamos que frente a ello solo era posible armarse de convicciones de similar calibre y con una narrativa capaz de persuadir por virtud de su fuerza emocional. Pero no se trataba de establecer contra-utopías sino de delinear horizontes evocadores, que si bien se elevaban por encima de lo cotidiano, generaban el capital necesario para sostener una causa razonable, viable y responsable.

¿Hubo alguna narrativa pro-europea en la campaña del Brexit? En honor a la verdad sí que hubo un intento en solitario de hacer una campaña emocional a favor de la UE. Fue el vídeo del ex primer ministro Gordon Brown en que nos recuerda, caminando entre las ruinas de la catedral de Coventry, cómo éstas eran el testimonio de un enfrentamiento bélico que nunca más se repetiría gracias a la integración política europea. El video en sí es loable, pero patina en un aspecto elemental: en el fondo viene a decir que la UE ha aparcado el antagonismo entre la isla y el continente sin que en ningún momento el video cuestione ese antagonismo. Hace un flaco favor porque mantiene intacto el esquema mental tradicional del euroescéptico: un Reino Unido siempre solitario frente a la amenaza continental.

Sin embargo, la historia de los pilotos polacos, al igual de miles de historias más de la causa aliada, demuestra que Inglaterra nunca estuvo sola ni que Europa no era un ente homogéneo, antiliberal y obsesivamente antibritánico. La catedral de Coventry fue arrasada al mismo tiempo que esos jóvenes pilotos polacos se batían en los cielos contra la Luftwaffe. De hecho, el escuadrón 303 de pilotos polacos de la película fue el que más aparatos alemanes abatió de toda la RAF durante ese verano. Fueron sus Hurricanes, esos hermanos segundones de los Spitfires que hoy se glorifican como el símbolo nacional británico por excelencia, los que salvaron a Inglaterra en ese verano que cambió el curso de la historia.

Pero volviendo al video de Gordon Brown. En él, al final Brown apremia al Reino Unido a que lidere y no abandone la UE (lead, not leave). En el fondo es una manera de apelar a la vanidad de un país que siempre se ha sentido orgulloso de su excepcionalismo. Sin embargo, pienso que el mensaje idóneo en esos meses era el de las empatías con el compatriota europeo y la causa común que nace de esos afectos. Es precisamente el discurso de Brown en la velada del referéndum escocés de 2014 el que evoca ese mensaje al hacer una llamada a todos los escoceses a recordar la red de afectos y las causas comunes que históricamente han unido a escoceses e ingleses. Se dice que ese discurso fue determinante en conseguir la victoria del voto a favor de la unión con Reino Unido.

Ojalá hubiéramos tenido más discursos como el de 2014. A falta de ellos, o quizás como complemento, una película como Hurricane hubiera sido un buen punto de inicio o de inspiración.

 

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