Todos perdemos

Pasarán los años y muchos se apresurarán a preguntarse quién ganó, quién perdió. Se exigirá ansiosamente una respuesta solemne y sin matices. Posiblemente se podrá responder que el estado de derecho y la democracia liberal prevaleció. Esto está bien y así lo espero. No obstante eso no aportara consuelo para el todo el dolor social que a día de hoy parece no tener fin y que continua separando a familias y a amigos

La realidad, pasada y presente, es compleja. Comprenderla exige tiempo y esfuerzo, es decir, ingente energía mental y muchas horas de dedicación. Ello te permite averiguar sus imbricaciones: el tejido y sus patrones que conforman su paisaje íntegro. Lo curioso es que darle sentido último a la realidad es a veces aceptar que no tiene un sentido mayor o solemne. Que la realidad, testaruda, no se pone al servicio de deontologías militantes o de esquemas morales de salón. Que es desnuda y silenciosa.

Y a pesar de todo comprender la realidad, como decía, es ardua tarea. Y si hablamos de la realidad histórica ello requiere la lectura de inacabables ensayos o, en algunas casos, el visualizado de excelentes documentales si hay suerte. Estos últimos son, a la postre, igual de exigentes que los volúmenes que acaban fácilmente llenando nuestra estantería. No hay muchos documentales de este tipo. Más bien, no hay muchos documentalistas. Por suerte para los EEUU, existe Ken Burns y su equipo productor con Lynn Novick al frente. Mr Burns ha dirigido las magníficas y pedagógicas series documentales sobre la Guerra Civil estadounidense, la Segunda Guerra Mundial o la historia del deporte estadounidense por excelencia, el beisbol.

Para regocijo de sus seguidores (y para gran beneficio de la sociedad estadounidense), Mr Burns y Ms Novick estrenaron recientemente su última obra en el canal PBS: la serie documental de diez capítulos de una hora cada uno sobre la Guerra de Vietnam – que son 18 horas en la versión original del director. Tuve el privilegio de asistir a la premiere oficiosa en Reino Unido en una aula de la LSE el pasado 11 de abril con la presencia de Ms Novick quien mantuvo un coloquio clarividente y honesto con la audiencia.

Es justo afirmar que la serie es soberbia. El enfoque es equilibrado y, en su totalidad, la obra procede cubrir una función social que era necesaria pero todavía estaba pendiente en la sociedad estadounidense: expresar de manera clara y explícita el consenso unánime sobre la Guerra de Vietnam. Es decir, que fue una empresa desastrosa y que desmitificó para siempre la excepcionalidad histórica de los EEUU, la infalibilidad de sus élites y la superioridad ética de su política exterior. Fue, por ello, una guerra traumática. Todas lo son para sus combatientes pero ésta lo fue especialmente para la sociedad americana y sus fuertes convicciones políticas.

Fue mayormente traumática para Vietnam. Al fin y al cabo fue una guerra civil. Norte y Sur se enfrentaron ferozmente, con frecuencia sin saber con certeza qué era Norte y qué era Sur, quienes eran amigos y quienes eran enemigos. No sorprende pues que, entre tanto cainismo desnortado, la cifra de víctimas se elevara a 1,7 millones en el periodo 1965-74 de una población de 37 millones en 1965, equivalente al 5%. En nuestra guerra civil (1936-39) murieron 0,5 millones de españoles una población aproximada de 25 millones en 1936, equivalente al 2%. Hecatombes de las que se tarda en sanar varias generaciones.

En el documental aparecen extractos de varias entrevistas. Hay una que es especialmente memorable: la de Bao Ninh, un celebre novelista actual que durante la guerra había sido soldado de infantería en el ejército de Vietnam del Norte. Bao había sido testigo del horror tanto de causa ajena como propia. Cuando es preguntado sobre la narrativa publica oficial que hoy en Vietnam celebra la gran victoria sobre el invasor extranjero y su régimen marioneta del Sur nos advierte: “La gente canta sobre la victoria, sobre la liberación […] Están equivocados. Quién ganó o quién perdió no es la cuestión. En la guerra, nadie gana o pierde. Solo hay destrucción. Solo aquellos que nunca lucharon les gusta discutir sobre quién ganó y quién perdió“.

Esa escena, como muchas otras a lo largo de esas diez horas magnéticas y perturbadoras, son de una desnudez y lucidez atroces. A su vez, las palabras de Bao Ninh son extremadamente tristes y desesperantes pues, si bien nos parecen obvias, rara vez nos las aplicamos a nuestra historiografía. Aún más, son un recordatorio moral para nuestro presente, para estos tiempos de disputa y brega en Cataluña. Por suerte, la escala e intensidad de la confrontación civil no es comparable a un conflicto armado. Pero ello no resta dramatismo al cainismo que hoy ha emponzoñado a la sociedad catalana.

Pasarán los años y muchos se apresurarán a preguntarse quién ganó, quién perdió. Se exigirá ansiosamente una respuesta solemne y sin matices. Posiblemente se podrá responder que el estado de derecho y la democracia liberal prevaleció. Esto está bien y así lo espero. No obstante eso no aportara consuelo para el todo el dolor social que a día de hoy parece no tener fin y que continua separando a familias y a amigos. No habrá una historiografía solemne que se ocupe del coste humano e íntimo y de los resentimientos irresueltos cuyas sombran serán alargadas en el tiempo. No habra un canto oficial que nos ayude a sanarnos de la amputación emocional en nuestras biografías. Será entonces cuando, como Bao Ninh, habrá que responder que nadie ganó, que solo hubo destrucción. Es decir, que perdimos todos.


Coda – George Orwell: “All the war-propaganda, all the screaming and lies and hatred, comes invariably from people who are not fighting”  Homage to Catalonia, CW, VI, Appendix I, pp. 208 and 209. 

 

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